17 de abril de 2011



Sebastián Mondéjar











MONDA TRÍO
Miguel Ángel Monda, guitarra
Andrés Santos, clarinete
Sebastián Mondéjar, percusión
Café Concierto La Fídula, Madrid, 8 de abril de 2011.


Me pide Esther que escriba algo para este post en el que, como veis, mi djembé y yo somos los protagonistas; que procure hacer un breve resumen de lo que supuso el viaje de Monda Trío a Madrid y de lo que personalmente experimenté en La Fídula el pasado 8 de abril durante el concierto. Os diré la verdad: visto y no visto. Salir, llegar, volver... Aparecer, desaparecer. Como un relámpago. ¿Magia? ¿Sueño? No. La pura realidad. Escribo esto después de una semana y parece que lo hago un rato después. La vida es el instante, el tiempo que palpita. La vida es la emoción de descubrir, siempre por vez primera, un corazón latiendo en nuestras venas. La vida es una música que hay que retener. En cuerpo y alma.

Y así, en cuerpo y alma, las alas de la música nos llevaron hasta allí. ¿Qué mejor destino en Madrid para un grupo murciano que la calle Huertas? Y encima arropados por un nutrido número de amigos de aquí y de allá... Los amigos son vidas, líneas en el mapa, ríos con los que compartimos nuestro cauce.

Lo cierto es que, tras el viaje, la llegada al hotel, el montaje, la prueba de sonido, el concierto y los encuentros con los amigos se sucedieron muy deprisa. Aquella noche me encontraba, lógicamente, cansado y excitado al mismo tiempo. Tocando me sentí un poquito rígido, sin duda por la necesidad de mantener en equilibrio esa balanza. Pero al fin y al cabo fui allí para hacer y compartir una de las cosas con las que más disfruto en la vida.

Y ahí me tenéis, detenido en el tiempo por el ojo de Esther entre la luz y la sombra. Yo, en la foto, me gusto; creo que es, además, un retrato muy original, con un contraste y un encuadre poco frecuentes en su obra. Sin duda influye en ello, además de la atmósfera, la cercanía en el local. De no ser por las escobillas, pudiera parecer que estoy haciendo cualquier cosa menos música.

Le tengo mucho cariño a mi djembé, pues me acompaña desde hace más de veinte años. Me alegro de que Esther lo haya fotografiado. ¿Sabéis que de entre todos los instrumentos musicales los tambores son los que más connotaciones místicas encierran? Mi djembé es como un gran vaso. El parche de mi djembé es la piel del mundo. Todos esos tapones de corcho que lo tensan pertenecen a botellas de vino compartidas con amigos.

En La Fídula, una vez más, entre amigos de luz y sombras protectoras, nos bebimos la vida.

De la mano de Esther, gracias a todos.


Texto © SEBASTIÁN MONDÉJAR, 2011

Murcia, 15 de abril de 2011