10 de noviembre de 2009



Una noche en La Fídula - Jorge Vistel - Mikel Vistel - Sebastián Mondéjar - Nirankar Khalsa - Juan Pablo Muñoz Zielinsky

















HAY NOCHES QUE SON MÁS MÁGICAS QUE OTRAS. El sábado vivimos, en toda la extensión de la palabra, una noche mágica en el Café Concierto La Fídula, donde una Banda Inaudita nos trajo las hadas de Purcell y los poemas de Sebastián Mondéjar, ese duende alto y delgado que sabe sacar notas de las ánforas al conjuro de sus manos.

Tras la Inaudita Banda, continuaron los prodigios. El jazz se hizo humo, y un rey mago con turbante nos trajo sacos llenos de ritmos con su batería. Sus dos compañeros hicieron aparecer contrabajo y piano. Es la jam de La Fídula. Y entonces, por algún sortilegio, por todas partes aparecen instrumentos. De repente tienes una guitara sentada a tu lado. Tres sillas más allá, un trompeta. Dos trombones toman una cerveza. Todos quieren tocar, crear, improvisar. ¿Es esto Nueva York? ¿Kansas City? No, es La Fídula, en pleno barrio castizo de Madrid. Whisky, caipirinhas, cigarillos, gente que disfruta. Y Esther, con su ojo brujo, captando instantes en la penumbra del club.

Pienso que así es como nació el jazz, que en clubes como éste se creó la leyenda. Y que, por algún tipo de encantamiento, esa historia siempre se repite, siempre distinta, siempre igual. Cuando veo a esos dos hermanos cubanos, los Brothers Vistel, saxo y trompeta, tocar con toda su alma, pienso que podría estar viendo a los hermanos Adderley. Ese batería, ¿no es clavado a Blakey? Y ese saxo casi suena como Getz.











El jazz nace de nuevo cada noche, en clubes como La Fídula. Cada fin de semana, milagro. Sueños, deseos, pasión, música. No me extrañaría ver entrar un día a Charlie Parker y a Billie Holiday del brazo. Porque, en sitios como éste, siguen vivos.

Gracias a todos por la magia. Especialmente a ti, Sebastián.


Texto © Miguel Ángel Pérez